Subo al tren descarrilado camino a la chingada. Traigo la sangre caliente.

Sunday, March 06, 2005

Ven cuando quieras a mí

Mis clases de canto irían mejor si no fuera por la maldita costumbre que tengo por emborracharme un día antes y llegar crudo. Los agudos no me salen, la respiración es baja, todo está mal. Además, no me concentro por traer encima la pesadumbre moral de todas las estupideces que hice la noche anterior. En esta ocasión, me lucí como el borracho de la fiesta al forzar a un conocido conductor de un noticiero nacional a que bailara con una mujer que yo apenas acababa de conocer. A la conductora de otro noticiero nacional le dije que no fuera gacha, que ya me pelara y no me ignorara. Tengo una amiga que dice: "la zorrez no lleva a nada bueno." Yo siento que lo dice por experiencia propia (aparte ya me enteré por otra persona de que sí es algo zorra), pero al pensarlo en función mía lo modificaría para que dijera: "la borrachez no lleva a nada bueno." Qué cierto. En cuanto a mi trabajo, me quieren cambiar de área - a una mejor. El lunes sabré más cosas, pero por lo pronto podrían ser buenas noticias. Estaría en una área que disfrutaría más de la que estoy ahora. La eterna, eterna pregunta es: ¿cómo se resolverá el rompecabezas que es mi vida? Cuántas chingaderas más tendré que hacer, cuántos tropiezos, esto tiene que acabar. A veces me siento como personaje de "The Hours", una especie de Virginio Woolf con todo y mi nariz grande, contemplando la fragilidad de la vida y mi relación con la muerte. Sí, pienso mucho en la muerte, sin embargo no lo parece porque en muchas ocasiones me porto mal, como si no pensara que algún día tendré que presentarme ante Dios y explicar las tonterías que me empecino en cometer. En esta vida quiero hacer dinero, lograr que mi mamá ya nunca tenga que trabajar, llevármela con mi papá de viaje por Europa (o mínimo a una playa de México), darme tiempo para escribir y lanzarme como escritor de guiones en Los Angeles. Consolidarme. Construir mi futuro. Anclarme. Encontrar a esa mujer que sí me comprenda aún siendo tan incomprensible como soy, la mujer con quien pueda casarme, ser feliz y formar una familia. ¿Existe esta mujer? Debo confesar que aún no la he buscado (bueno, por unos momentos la busqué en Lolita Cortés). Sin embargo, la pienso.