Subo al tren descarrilado camino a la chingada. Traigo la sangre caliente.

Monday, July 24, 2006

Un ay de dolor

Uno de los grandes pasos que he dado hacia la edad adulta (no así a la madurez) es descubrir mi gusto por la música ranchera. Sucedió de golpe hace diez años en casa de mis tíos en Valle de Bravo... fue durante la imborrable primavera en que se murió Lola Beltrán. Mi tía me sentó en la cocina, nos sirvió dos cubas enormes y después de leer el periódico, exclamó lo que se ha mantenido como uná de sus más célebres frases (y vaya que tiene muchísimas): "Se resbaló el precio de la tortilla. Nadie come. Todos sufrimos... ¡te fuiste, Lola! ¡Te fuiste!" Unas horas después, en plena borrachera, estuvo a punto de hacer maletas para peregrinar a sus funerales en El Rosario, Sinaloa con todo el fervor del cual era capaz. En su lugar, nos quedamos la noche entera tocando el CD del concierto de Lola en Bellas Artes hasta rayarlo.

Fue precisamente esa noche cuando se develó ante mis ojos uno de los más grandes, fundamentales y fieles amores de mi vida: Lola. Bueno, también el mariachi y el folclor mexicano en general. No hubo discusión... ¡lo supe en aquel momento! Los temas de todas esas canciones me hablan de una forma que es muy mía. El melodrama, el desgarre emocional, lo potencialmente kitsch y campy que hay en ellas, lo teatral y exagerado... todo eso soy yo, la manera en que quiero y necesito ver la vida.

Es por eso que hoy quiero detallar las canciones rancheras que me matan... las que me gustan tanto que hasta quisiera que las tocaran en mi entierro, sí señor:

1. LA DIFERENCIA: Mi primer amor, ni modo. La escuché hasta el cansancio con Lola, luego con Rocío y también con su compositor y eterno poeta popular, Juan Gabriel. Esta canción es mi himno... punto. Es tal el grado de fascinación que le tengo que debo admitir que cualquiera de sus versiones me puede enloquecer (bueno, menos aquella que Lupita D'Alessio grabó en los 80... ¡nefasta!). Su letra está salpicada con perlas de autenticidad, cucharadas de dolor que nadie ha logrado expresar tan elocuente, y a la vez tan sencillamente, como lo hace Juan Gabriel y que acaban siendo cuchilladas dulces al corazón. A mi gusto, la gran joya ranchera de los últimos cuarenta años. Es terrible cantar algo como "¿qué daño puedo hacerte con quererte?" y sin embargo todos lo hemos pensado o, en el peor de los casos, admitido en voz alta.

2. PALOMA NEGRA: Si acaso existe alguna persona que, habiendo nacido en este país, no conoce esta canción o no tiene idea de su primera versión (la de Lola, ¡¿de quién más?!), y no haya por lo menos lagrimeado al oírla, entonces ese pobre idiota no merece llamarse mexicano. Lo siento. Esta cosa es un monumento para todo México. Tomás Méndez se ganó un sitio en el partenón de patrimonios nacionales cuando se le ocurrió dar con la letra que parece entre rezo y condena: "Ya no jueges con mi honra, parrandera... si tus caricias deben ser mías, ¡de nadie más!". Lola se habrá consagrado con "Cucurrucucú Paloma", pero yo en lo personal quedé marcado por "Paloma Negra"... el pozo más hondo de sufrimiento que puede encontrarse en la última mitad del siglo pasado. Mi frase favorita que repito siempre que puedo: "¡Quiero ser libre, vivir mi vida con quien me quiera!"

3. TU RECUERDO Y YO: El gozo que significa refundirse en una cantina a quemar las heridas que ha dejado un mal amor. Ya sé que se trata del peor de los clichés de cientos de películas mexicanas de Pedro Infante, Jorge Negrete y Pedro Armendáriz, pero... qué rico cliché, la neta. Yo en lo personal nunca lo he hecho, pero ganas no me han faltado. Sus primeras palabras encapsulan todo el concepto y el sentimiento que explota al final: "Estoy en el rincón de una cantina... oyendo la canción que yo pedí... me están sirviendo ahorita mi tequila... ya va mi pensamiento rumbo a ti". (pausa mientras pido un Herradura Reposado). José Alfredo escribió miles de glorias nacionales y la mayoría de ellas me encantan, pero esta es mi consentida sin duda. Me da en toda la madre, ¿y qué?

4. JURO QUE NUNCA VOLVERÉ: La pequeña obra maestra que cuenta con uno de los mejores títulos que se han creado en honor al orgullo mexicano. Nada más satisfactorio que escupir esta letra aún y si nunca se ha sufrido una traición. Poesía pura que se vuelve dinamita en la voz de mi Lucha Villa (su primera interpréte) y veneno suave en la de Rocío Dúrcal. Una vez más, Juan Gabriel supo escribir lo que sentimos todos: "en este mundo nadie es indispensable... tú puedes ser feliz sin mí y yo sin ti". Y qué mejor canción para un entierro que una que se llame "Juro que nunca volveré".

5. GORRIONCILLO PECHO AMARILLO: Quiero admitir públicamente que yo soy el gorrioncillo. Otra vez, Tomás Méndez me la escribió a mí. Carlos Monsiváis bien lo dijo: "Tomás Méndez le infunde a la canción ranchera una ansiedad de estruendo, donde intérpretes y oyentes ven en la naturaleza al cómplice del amor herido, y en los sentimientos a la barricada o el desfiladero inevitables: de esa selva que no tiene corazón." (pero qué manera de decir las cosas...). Es precisamente esa necedad de tomar a las palomas y gorriones como símbolos de la fragilidad o dureza humana lo que me hace caer rendido a sus pies. Y en esta canción me veo reflejado. Quizás yo no sea el gorrioncillo noble e inocente que ahí se retrata, pero por lo menos sé que existe ese universo paralelo en donde los mariachis nunca callan y en donde sí lo puedo llegar a ser.

1 Comments:

Blogger M said...

Un ay de empatía...
Aquí estamos, contigo ;)

11:36 PM

 

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