Revoloteando el nido destuido
Otro fin de semana en que se amontonan cosas de las cuales me arepiento. He caido en cuenta que esta necedad mía por la autodestrucción en realidad es un gusto íntimo y delicioso que quizás parta de una noción estúpidamente romántica de que la vida debe ser drama, caos y dolor. Quizás parta de mi gusto por películas de Dolores del Río o canciones de José Alfredo y Tomás Méndez. Por el trasfondo de que todo artista debe tener una vida fracturada para en verdad valer. Qué aburridas las vidas perfectas, con casas perfectas, familias perfectas, todas las cosas en su lugar. Es más, ¡qué mentira! Quien tenga una vida así, miente. Porque todos tenemos problemas, porque las cosas nunca son blancas ni negras. La vida es gris, la mía y la de todos. Y no es porque yo lo haya escogido así, pero así es. He escogido muchas cosas a partir de ahí, pero no algunas de mis características básicas. Hay unas con las que puedo seguir viviendo, otras no y me parece que esa es la razón por la que emborracharme me embruja. Es comprar boleto para el tren descarrilado camino a la chingada. Lanzarme de boca al precipicio. Poner mi vida, mis valores, mi integridad, mi presente y mi futuro en peligro... tal como pasó este fin de semana. Pero lo más importante, arriesgar mi entrada al Cielo. ¿Cómo solucionar esta chingadera? Juego a matarme. Juego y no dejo de jugar. Pero en el fondo tengo miedo que este gusto maldito llegue a causar un dolor real, verdadero. A mis padres. A mi hermana. A mi, claro. He pedido a Dios que me ilumine pero también yo tengo que poner de mi parte. De verdad creer que he doblado la esquina sobre la calle equivocada. Aún es tiempo de voltear, aún puedo. Yo necesito llegar al Cielo. Necesito morir en paz. Ya he hecho suficientes cosas que me robarán la tranquilidad de noches incontables por el resto de mi vida, pero por lo pronto debo resurgir. Hacer carrera, ser feliz, hallar el amor, casarme y tener hijos. Tener éxito. Estar con Dios. Porque mis actos indican que me he alejado de él. Ahora tengo que mostrar que soy fuerte, que no estoy al servicio de mis debilidades ni mis defectos. De los vicios y las negruras de mi alma. Tengo que redirigr esta ansia por ser el "gorrioncillo pecho amarillo... con sus alitas casi sangrando." No ha habido otro momento en que me quede más claro cuáles son las batallas que habré que luchar por siempre... si Dios no me quita la vida antes. Si Dios me da la oportunidad de ser mejor, que con mi salud y mi juicio le demuestre que merezco entrar al Cielo el día que Él me lo indique. No te des por vencido conmigo, Dios mío. Te lo ruego.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home